Tusi: la peligrosa “cocaína rosa” que preocupa en Chile

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En los últimos años, el consumo de drogas sintéticas se ha convertido en un fenómeno cada vez más visible en Chile. Entre ellas, una ha captado la atención de los medios, de los expertos en salud y de las familias: el Tusi, también conocido como Tussy, Tusibí o “cocaína rosa”. Detrás de su apariencia colorida y su nombre llamativo, se esconde una de las sustancias más engañosas y peligrosas que circulan hoy en los ambientes juveniles.

Un nombre atractivo, una mezcla mortal


A diferencia de drogas más conocidas como la marihuana o la cocaína, el Tusi no es una droga pura ni tiene un perfil químico fijo. En realidad, es una droga combinada con varios aditivos y otras drogas, lo que la hace impredecible y por ende, sumamente peligrosa.

Es derivado del 2C-B, una droga sintética desarrollada en la década de 1980 con efectos alucinógenos y estimulantes. No obstante, en realidad el llamado tusi que se comercializa en la calle suele carecer casi siempre de 2C-B legítimo. En lugar de eso, los traficantes mezclan sustancias como ketamina, MDMA (éxtasis), cocaína, cafeína, e incluso medicinas para animales, junto con colorantes y aromas que le dan su color característico rosa y un olor dulce. 

Esta combinación varía según el fabricante y el lugar de origen, lo que significa que cada dosis puede tener efectos completamente distintos. Un consumidor podría sentir euforia y desinhibición una noche, y sufrir alucinaciones, ansiedad o incluso un colapso al día siguiente.

La falsa sensación de seguridad

Una de las razones por las que el Tusi se ha vuelto tan popular, especialmente entre jóvenes, es su imagen “glamorosa” y “segura”. Su color rosado, su olor agradable y su presencia en fiestas o eventos de música urbana hacen que muchos la perciban como una droga menos peligrosa.

En redes sociales, e incluso en algunas canciones de trap y reggaetón, se menciona el Tusi como símbolo de estatus o diversión. Esto ha contribuido a que muchos adolescentes la vean como una experiencia de moda, sin conciencia de sus verdaderos riesgos.

Sin embargo, la realidad es otra. La falta de control en su elaboración, la mezcla de sustancias desconocidas y la potencia de sus efectos la convierten en una de las drogas más impredecibles del mercado. En palabras simples, nunca se sabe realmente qué se está consumiendo.

Efectos físicos y psicológicos

El Tusi puede tener diversos efectos, según su composición y la cantidad que se consuma. Euforia, sensación de energía, mayor sociabilidad y distorsión en la percepción del tiempo y el espacio son algunos de los efectos más comunes. Pero además de estos efectos deseados, también se originan respuestas adversas muy peligrosas.

En el plano físico puede producir taquicardia, sudoración, hipertensión arterial, insomnio y náuseas. En mayores dosis o junto al alcohol, se han informado de desmayos, convulsiones y paro respiratorio.

Desde la perspectiva psicológica, la ingesta crónica o abusiva puede promover ansiedad, paranoia, ataques de pánico e incluso episodios agresivos. También, al igual que muchas de las sustancias con las cuales se compone el Tusi, afecta a los neurotransmisores cerebrales, por lo que es sumamente probable volverse dependiente emocional y psicológicamente. 

El fenómeno en Chile

En Chile, el consumo de Tusi ha crecido especialmente entre jóvenes de sectores urbanos. Se ha detectado su presencia en comunas como Santiago Centro, Providencia, Las Condes y Vitacura, aunque su distribución se ha extendido a varias regiones del país.

Medios nacionales han reportado su aparición en fiestas privadas, clubes nocturnos e incluso en reuniones universitarias. Su precio relativamente alto, en comparación con otras drogas, ha contribuido a asociarla con un consumo “elitista”, lo que la hace aún más atractiva para quienes buscan experimentar o distinguirse.

Sin embargo, las autoridades han alertado sobre su peligro. El Servicio Nacional para la Prevención y Rehabilitación del Consumo de Drogas y Alcohol (Senda) ha enfatizado que el Tusi representa un desafío especial por su composición variable y por el hecho de que no existen protocolos médicos estándar para tratar una intoxicación con esta mezcla. Cada caso requiere atención de emergencia personalizada, ya que no se sabe qué sustancias exactas contiene la dosis ingerida.

La influencia de la cultura digital

No se puede ignorar el papel de la cultura digital en la expansión del Tusi. En plataformas como TikTok, Instagram y YouTube, abundan referencias directas e indirectas a su consumo. En algunos videos, se muestra su preparación o su uso en contextos de fiesta, lo que genera una peligrosa normalización entre adolescentes y jóvenes.

Sin embargo, varios artistas e influencers han hablado abiertamente del Tusi, en ocasiones banalizando su consumo o relatando anécdotas personales con poca conciencia del daño que esto puede provocar. Este fenómeno ha contribuido a muchos en la difusión de una idea equivocada, en la que el medicamento se presenta como un elemento “cool” o de “liberación”, cuando en realidad es capaz de poner en riesgo la vida. 

Cómo pueden actuar las familias

La prevención comienza en casa. La información, el diálogo y la vigilancia son las herramientas más efectivas para enfrentar este tipo de amenazas. Los padres deben conversar abiertamente con sus hijos sobre las drogas, sin juicios ni castigos, explicando sus efectos reales y los riesgos que implican.

También es importante estar atentos a señales de alerta: cambios de humor, alteraciones del sueño, falta de apetito, bajo rendimiento escolar o aislamiento pueden ser indicios de consumo o de presión de grupo.

En este sentido, la tecnología puede ser una aliada. Las cámaras y sistemas de seguridad de Clickhouse, por ejemplo, permiten supervisar discretamente los espacios comunes del hogar, detectar movimientos inusuales y mantenerse conectados con los hijos incluso cuando los padres no están presentes. En un contexto donde la exposición a riesgos externos es cada vez mayor, herramientas de este tipo pueden ofrecer tranquilidad y control sin invadir la privacidad.

El rol de la educación y las políticas públicas

Más allá del ámbito familiar, el combate al consumo de Tusi requiere una acción coordinada entre instituciones educativas, servicios de salud y autoridades. Las escuelas pueden desempeñar un papel clave fomentando programas de educación preventiva, charlas sobre salud mental y talleres de autocuidado.

Asimismo, las políticas públicas deben centrarse no solo en la represión del tráfico, sino también en la rehabilitación y reinserción social de los jóvenes que ya han caído en el consumo. El estigma solo agrava el problema: la información y la empatía son las herramientas más efectivas para generar cambios reales.

Una amenaza que exige conciencia

El Tusi no es una simple “moda juvenil” ni una droga inofensiva. Detrás de su colorida apariencia se encuentra una sustancia sumamente tóxica, que puede provocar daño físico y mental de largo plazo. Su proliferación en Chile y otros países de América Latina es el reflejo de un problema mayor: la desinformación, la presión social y la necesidad por conseguir vivencias extremas en un contexto donde el vacío emocional se instala cada vez más. 

Ante esto, hay que educar, acompañar y proteger. Los padres tienen que informarse, las escuelas tener una prevención más fuerte, y la sociedad toda tiene que oponerse a la normalización del consumo.

El monitoreo responsable, el diálogo permanente y la implementación de herramientas tecnológicas de seguridad como las cámaras y alarmas inteligentes de Clickhouse hacen la diferencia entre prevención y tragedia. Porque cuidar la vida y el futuro de nuestros jóvenes siempre tiene que ser prioridad.

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